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Cuando los bulos se cantaban y recitaban

De los cantares que demonizaban enemigos hasta las leyendas que exaltaban héroes, la Edad Media demuestra cómo los relatos falsos ya podían moldear la percepción y memoria colectiva.

En la Castilla del siglo XIII circulaba un rumor tan extendido como falso: que los judíos sacrificaban niños cristianos en sus rituales. El llamado libelo de sangre se propagó por gran parte de Europa y, aunque nunca existieron pruebas, fue suficiente para alimentar persecuciones, justificar expulsiones y levantar una desconfianza que atravesó generaciones. Aquel mito macabro, nacido en un contexto de tensiones religiosas y políticas, muestra hasta qué punto los bulos medievales podían condicionar la vida social y moldear la memoria histórica.

La Edad Media fue un terreno fértil para la distorsión. Con escasos canales de verificación y la palabra escrita en manos de una élite, un rumor podía consolidarse como verdad a través de crónicas, cantares de gesta o sermones eclesiásticos. La autoridad de quienes narraban convertía la exageración en certeza y el relato interesado en historia oficial. De este modo, reyes, nobles y clérigos moldeaban su imagen —o la de sus enemigos— con apenas unas líneas en un manuscrito o con versos entonados en una plaza.

Lo fascinante es comprobar cómo estos bulos medievales cumplen la misma función que hoy cumplen las fake news. Sirvieron para legitimar poderes, crear enemigos comunes o dar sentido a desgracias colectivas. La construcción de un “otro” amenazante —ya fueran musulmanes, judíos, mujeres poderosas o señores rebeldes— era un recurso recurrente para reforzar identidades y justificar decisiones políticas. Del mismo modo que hoy circulan en redes sociales versiones simplificadas y distorsionadas de la realidad, entonces lo hacían los cantares que recorrían las plazas o los relatos dictados en los monasterios.

Pero los bulos medievales también revelan otra dimensión: la necesidad humana de ficción. No solo se trataba de manipulación, también de la capacidad del mito para dar cohesión social. Un héroe invencible, un gobernante perverso, un milagro improbable… Todo ello servía para fijar una memoria colectiva que se transmitía de generación en generación. De hecho, algunas de esas leyendas han sobrevivido hasta hoy, fundidas con la historia en una frontera tan difusa que resulta difícil separar lo verdadero de lo inventado.

En la reunión semanal entre amigos del podcast La Escóbula de la Brújula, desmitifican y contextualizan muchos de esos bulos que hoy en día siguen presentes. Margarita Torres, profesora titular de Historia Medieval de la Universidad de León, aclara los orignes del Cid Campeador y la historia de doña Urraca I de León.

Puedes profundizar y saber más,
escuchando el podcast completo:
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