La figura paterna —o quien ejerce esa función— deja una marca indeleble. No se trata sólo de presencia física, sino de implicación emocional, validación afectiva y guía. Numerosos estudios confirman que una paternidad comprometida se traduce en mayor autoestima, resiliencia y mejores vínculos sociales en hijas e hijos. Incluso los resultados académicos pueden mejorar cuando el “efecto papá” es positivo.
Pero, ¿qué ocurre cuando no lo es? Un padre ausente, negligente o violento puede generar heridas profundas, que a menudo se arrastran hasta la adultez. Sin embargo, sanar es posible. La clave está en reconocer esa herencia y decidir qué hacer con ella. A veces, el camino pasa por identificar referentes sustitutos: maestros, terapeutas, mentores o “padres espirituales” que ayudan a reescribir el relato personal.
La identificación selectiva es una herramienta poderosa: podemos imitar lo mejor que recibimos —si es que hubo algo rescatable— y oponernos conscientemente a repetir patrones destructivos. No elegimos al padre que tuvimos, pero sí podemos elegir en quién nos convertimos a partir de ese legado.
En un mundo que aún carga estereotipos sobre la paternidad, resignificar el rol paterno implica hablar no sólo de presencia, sino de impacto emocional. Porque ser padre —o ejercer como tal— no es solo un rol biológico: es una responsabilidad que puede levantar o quebrar. Y también, una historia que, incluso si empezó con dolor, puede tener un final distinto.
Para profundizar con los mejores sobre todo ello, en este episodio de Ojalá lo hubiera sabido antes, los terapeutas, escritores y maestros Antoni Bolinches, Francesc Miralles o Álex Rovira analizan los efectos de esta implicación paterna, autoestima de hijas e hijos, padre ausente vs. presente y del poder de la identificación selectiva: imitar lo mejor y oponerse a lo que no queremos repetir.
Porque al igual que en la vida, cuando ya no podemos cambiar una situación, nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos.